Tengo que averiguar qué pasa con Paula. O mejor, qué es, cómo hace eso que hace y por qué. ¿Qué tiene?
Paula tiene como un magnetismo. No pasa desapercibida y si llega a correr ese peligro no duda en esgrimir alguna de sus armas. O tal vez sean esas cosas las que hacen que no pase desapercibida.
Esa gracia, la frescura espontánea, los ojos claros pero indefinidos y profundos, la armonía de un cuerpo que sin ser perfecto no requiere de sacrificios para estar en forma, el pelo que va a cambiar con seguridad todas las veces que haga falta a modo de terapia.
Las manos que no van a dejar de tocar pero sin excederse o la autoestima siempre alta pero sin soberbia no pueden quedar afuera.
Y no hablemos de sexo, más que nada porque no tuve ninguna experiencia. Los tipos de Paula nunca me hablaron de eso y yo creo que por algo debe ser, más allá del respeto de ciertos códigos.
El hecho es que los tipos no le duran mucho. Los abandona en menos de dos años, con suerte. Siempre los despide, los echa. Y todos le obedecen.
Pero vuelven.
Vuelven y merodean. La mamá de Paula está cansada de recibir en la casa a ex-tipos que van a cualquier hora con excusas de lo más descabelladas.
Quedan medio estúpidos, sin posibilidades de olvidarla o de intentar una forma de vida postpaulista.
Hay varios que se conocen entre ellos. Parece que formaran parte de un club. Algunos se encuentran a tomar una cerveza.
Pero entre ellos no hablan de Paula, como si el vínculo fuera lo único que no se puede nombrar. El hecho de que todos sigan enamorados de ella –y año a año se van a sumar más- es el catalizador de una mezcla que ya abarca varios países.
Voy a tener que seguir investigando.