martes, diciembre 23, 2003

Sexo, cocalait y chocolate II (continuación del post anterior)

No voy a reproducir el resto de las conversaciones que tuvimos, porque no fueron muchas ni interesantes.
A menos de una hora de estar en su departamento, nos miramos sabiendo que los dos nos acordábamos de lo mismo: nunca había pasado. Habrá sido por falta de oportunidades (estaríamos más preocupados por nuestras amistades, o seríamos tal vez muy chicos), pensamos. Jamás habíamos estado tan cerca del sexo como esa vez. En realidad, lo más cercano que pudimos estar, según mi memoria, fueron dos veces: una, en la casa en que vivía cuando la conocí. Los besos nos dejaron sobre su cama y, aunque la remera cedió con facilidad, la cercanía de su padre abortó todo intento. La segunda vez fue en el departamento de su madre –algunos años después, cuando ya no éramos novios- y la escena había sido más o menos igual, pero un tanto más osada. La ocasión se perdió con el ruido de las llaves de la madre en la puerta.
Ya lo sabíamos; yo no iba a salir de ese lugar (y no permitiría que me vaya) sin pasar por ella.
La parte del sexo la omito por cuestiones de pudor y porque incluye a una persona que se merece todo mi respeto, pero sí puedo decir que fue casi extraordinario, y que cuando salió el sol nos reíamos de vernos desnudos y parados junto a la puerta abierta de la heladera, comiendo chocolate y tomando una cocalait.